2006-12-24

LA TREGUA DE NAVIDAD

Hoy hace exactamente 92 años, el 24 de diciembre de 1914, la primera guerra mundial alcanza su quinto mes de duración. Unos 250.000 soldados aliados y alemanes habían resultado muertos o heridos aquel otoño en la batalla de Ypres que duró un mes. Tras ello la guerra se estancó y la "guerra de las trincheras " comenzó a durar ya demasiado, convirtiéndose en una masacre tan cruel , que los soldados, que habían ido a la guerra con el corazón y la imaginación henchidos de orgullo por las proclamas patrióticas de sus dirigentes, ya hacía tiempo que habían dejado de sentirse orgullosos de defender con las armas el ideal de la patria que les habían vendido. El sufrimiento humano tiene un límite y aquella guerra había excedido con creces todos los límites que hasta entonces habían tenido las guerras. Ésta era una guerra distinta: era una guerra a escala industrial. Estaban en un punto de la historia en el que la máquina, la industria estaba en plena expansión y desarrollo, una industria y una técnica que posibilitaba la movilidad de los grandes cañones en aquellos primitivos vehículos acorazados. La aviación había hecho su aparición y con ella era posible sembrar de cráteres vastas zonas del campo enemigo. Pueblos enteros eran borrados del mapa literalmente y la nueva adquisición de los militares que era la técnica fotográfica , permitía capturar en instantáneas fotográficas la magnitud de la devastación, vistas aéreas de las poblaciones de las que ya sólo quedaban campos cubiertos de cráteres, una masa informe que recordaba a la superficie desierta de la luna, y que unos días antes estaba llena de casas, personas y animales.
Estas vistas aéreas, estas fotografías, indican que la potencia tecnológica impulsa una
deshumanización de la guerra que antes no había existido. Para un piloto de un bombardero es muy fácil soltar su carga mortal sobre una población o sobre una trinchera, sin sentir grandes remordimientos, ya que ni siquiera mira a los ojos de quien dispara sino que sus víctimas son simplemente puntos insignificantes desde la altura del avión.

La industria química también proporcionó a los militares nuevas formas de aniquilar personas y las trincheras ya no eran un lugar seguro ante el temor que la brisa y el viento pudieran arrastrar el gas venenoso que había sido esparcido a kilómetros de distancia.
Los esporádicos asaltos a las posiciones contrarias tenían como resultado la muerte de cientos de jóvenes sin conseguir ningún avance. Los bombarderos pesados provocaban en los soldados el llamado " síndrome de las trincheras "que consistía en desarreglos nerviosos traducidos en terribles espasmos musculares continuos que asaltaban al enfermo, provocado por el continuo retumbar de los bombardeos durante días y noches seguidas.

Ernst Junger describía la guerra en las trincheras de esta manera: "Hubo un tiempo en el que un cráter lindaban con otro, pero los repetidos impactos han acabado por hacer el suelo tan blando que ningún cráter puede mantenerse en el. Estaba cubierto por un barullo de objetos, como si desde una ventana hubieran arrojado a la calle las existencias de una tienda de trastos: latas, mochilas, menaje, armas, granadas, cascos, todo está mezclado sin orden. He hecho enterrar durante la noche las cosas más brillantes para que a la luz del sol no delaten nuestra posición, pero hace tiempo que las granadas las han vuelto a sacar. También han sacado a la luz a los muertos, con los que juegan un juego al arrojarlos ora a este talud, ora a aquél: no les conceden la paz ".
" sólo y reconcentrado en ti mismo dentro de tu agujero te sientes entregado a una voluntad de aniquilamiento , implacable y ciega. Sientes con espanto que toda tu inteligencia, tus capacidades, tus medios intelectuales y físicos se han convertido en algo insignificante y ridículo. Mientras haces esta reflexión quizá el bloque de hierro que debe aplastarte y convertirte en una cosa sin forma, ha comenzado ya su carrera silbante. El malestar se concentra en el oído. Entre 1000 ruidos buscas distinguir el que trae la muerte".
" ¿Porqué no te levantas y te precipitadas a través de la noche como una bestia acorralada , hasta caer en las malezas que se hallan al abrigo del fuego? ¿Porqué te mantienes firme con tus valientes? no te ve ningún jefe.
Y, sin embargo, alguien te observa. Sin que tu te des cuenta, tal vez, la persona moral actúa en ti y te clava en el sitio con dos poderosas fuerzas: el deber y el honor..
" sabes que has sido colocado en este lugar para combatir, y que todo un pueblo cuenta contigo. Comprendes que si abandonases ahora tu sitio serías un cobarde ante tus propios ojos, un miserable a quien, más tarde, toda palabra haría avergonzar".
estas palabras de Ernst Junger no resonaban en las mentes de todos los soldados. La exaltación de Junger por la guerra descrita en los libros que publicó como editor tras la primera guerra mundial, hacía tiempo que sonaban a hueco para los soldados que llevaban meses en las trincheras. Si no salían corriendo de allí abandonando sus fusiles era por el miedo a las consecuencias y represalias que esperaban a los desertores y no por convicción patriótica, además de porque sencillamente no habia ningún lugar a donde ir en cientos de kilómetros a la redonda . las cartas que escribian a sus familiares así lo atestiguan.
Pero esa noche 24 de diciembre, los altos mandos ingleses habían repartido octavillas entre sus soldados advirtiéndoles que los pérfidos alemanes podrían emplear esa noche especial para lanzar un ataque sorpresa, y que se conminaba a los soldados a no bajar la guardia y a ignorar que es un día de fiesta religiosa.
Algunos soldados de las tropas alemanas comenzaron a decorar sus trincheras con luces y arbolitos de Navidad, que el alto mando alemán había repartido entre las tropas para subir su moral (los arboles de Navidad con lucecitas era una costumbre alemana que luego se extendió por toda Europa). Después de poner los árboles continuaron con su celebración cantando villancicos, concretamente stille nacht (noche de paz). Algún centinela inglés les dispara pero el fuego no les es devuelto, cosa que extraña mucho a los ingleses y dejan de disparar. El silencio de las trincheras sólo es roto ahora por los villancicos de los alemanes y las tropas británicas en las trincheras al otro lado responden con villancicos en inglés. Al final unos acaban aplaudiendo los villancicos de los otros y y piden más villancicos. Durante un rato se turnan para cantar. Los saludos y frases navideñas se suceden en uno y otro lado de las trincheras y un alemán se arriesgó a salir de la trinchera portando una luz. El centinela inglés duda si disparar, pero ven que el alemán porta uno de sus arbolitos de Navidad. Nadie en su sano juicio sostendría una luz en la noche en las trincheras, un blanco perfecto. La situación es totalmente sorprendente. Al ver que no hay disparos, más soldados alemanes salen de las trincheras con las manos en los bolsillos para mostrar que no porta los fusiles y siguen al que porta el árbol de Navidad. Y llegan cerca de la trinchera inglesas y grita en inglés chapurreante
" feliz Navidad ".

Se oyen gritos en otro sector " nosotros no disparar, vosotros no disparar, " Los ingleses acepta la oferta y empiezan a salir grupos de soldados de las trincheras para aprovechar la improvisada tregua y recoger a los muertos de la tierra de nadie. Se hicieron ceremonias de enterramientos con soldados de ambos lados del conflicto llorando las pérdidas juntos y ofreciéndose su respeto.
El suceso se extiende por las trincheras y comienzan a intercambiar regalos, wisky, cigarrillos, etc.. Se cuenta que hubo hasta partidos de fútbol entre las fuerzas enemigas. Hay cartas que confirman que el resultado de uno de esos juegos fue 3 a 2 a favor de Alemania. En muchos sectores la tregua solo duro esa noche, pero en algunas áreas duró hasta el año nuevo. Algun alemán le dice a un inglés " yo soy sajón, y tú eres anglosajón. ¿Porque peleamos?. Al recordar muchos años después aquel maravilloso momento, el soldado inglés reconoce: " aún ignoro la respuesta ".
Hay muchas cartas de soldados a sus familiares que les cuentan como sucedió todo aquello. como por ejemplo ésta en la que un soldado dice: " hoy hemos hecho una tregua, hemos salido de las trincheras, y hemos hablado y confraternizado con el enemigo de la trinchera de enfrente, y he visto que eran igual que nosotros, hombres horrorizados que odian esta guerra y a los que nos obligan a matarnos. " Existen multitud de estas cartas en las que los soldados reniegan de aquellos políticos y dirigentes que declararon la guerra y en los que habían confiado porque creían que sabían lo que hacían al pedirles embarcarse en aquella guerra horrorosa. Fueron aquellos jóvenes los que dejaron su sangre en las trincheras, y no los políticos y los dirigentes.

Los soldados agradecieron el respiro y tal como ellos mismos cuentan se dieron cuenta de que el tipo de la trinchera de enfrente, era un joven de su misma edad, un campesino, un estudiante, un hombre de ojos amigables, un ser humano que comía, dormía, y sangraba y lloraba como ellos. No era el monstruo inhumano que sus líderes les habían pintado. Era un hombre que temía morir, que sufría dolor, que le costaba conciliar el sueño entre las bombas, como ellos. Así lo contaron a sus familiares en las cartas que enviaron posteriormente.
Los mandos militares oyeron rumores de lo que estaba sucediendo y intervinieron para parar todo aquello. En las cartas que enviaron a los oficiales que estaban en las trincheras decían que " ha habido confraternizacion con el enemigo. Actos como éstos son extremadamente peligrosos. He ordenado fusilar a todos aquellos que tengan otra relación con el enemigo que no sean los disparos" (esto lo dijo un general). Se ordenó a la artillería lejana abrir fuego para forzar a los soldados a volver cada uno a sus trincheras. En los años subsiguientes se ordenaron bombardeos de artillería en la víspera de la Navidad para asegurarse de que no hubieran más reblandecimiento en medio del combate. Asimismo las tropas eran rotadas por varios sectores del frente para evitar que se familiaricen demasiado con el enemigo .
Al día siguiente, 26 de diciembre, en casi todos los sectores del frente, volvieron a morir soldados, los centinelas volvieron a disparara los enemigos con los que el día antes habían compartido canciones, risas y comida. Aunque en algunos sectores la tregua duró hasta el año nuevo.
Hay fotos de ésta confraternización pero los franceses requisaron todas. Sólo los ingleses las publicaron en los periódicos. la tregua de navidad en las publicaciones de la epoca


Bakea Euskal herrian orain !

2006-12-02